Esta vida está llena de vallas, y cada vez son mas altas, pero gracias a Dios, él siempre me tiende una mano para poder saltarlas.


domingo, 15 de noviembre de 2009

ANÉCDOTA "LA PERSIANA"


Era una noche de verano, con mucho calor, vivíamos en un bajo, con persianas de las antiguas de madera, con sus rejas fijas fuera, que tanto al subir como al bajar hacían tremendo ruido.
Mi habitación era muy grande, eran casas antiguas, y tenia dos camas; mi hermana podía tener 13, y yo 10 años (las edades no sé si estarán correctas, pero es lo de menos).
A mi hermana le gustaba dormir con la ventana cerrada, todo a oscuras, pero a mi como era una miedosa, pues la quería levantada y además porque hacia mucho calor.
Una de esas noches de verano, mis padres dormían en su habitación plácidamente, pero mi hermana y yo teníamos ganas de pelea, así que empezamos a subir y a bajar la persiana repetidas veces y nos volvíamos a la cama, a ver quien podía mas. Esto en medio de la noche, con el silencio que se respiraba, solo de vez en cuando se oía al sereno, imaginaros el ruido que estábamos formando, ras-ras, ras-ras.
De pronto oímos la voz de mi madre ¡estaros quietas que como vaya tu padre!. Nosotras ajenas a esa primera llamada seguimos con nuestra persiana, a ver quien podía mas. Pero claro no podía durar toda la noche, así que de vez en cuando se oía a mi madre decir ¡estoy aguantando a tu padre, como vaya prepararos!. Mi padre era una persona muy buena, pero como buen militar cuando le tocaban los wuitos........
Como era verano, ya lo he dicho, llevábamos camisones, que sabéis que se suben cuando te metes en la cama. Pues en uno de los momentos en los que me pilló a mi con la correa de la persiana en la mano, se encendió la luz, me giré, vi a mi padre la cara de mala leche que traía, corrí a mi cama, peeeeeeeeeeeeeero, si, pude tumbarme, pero mis nalgas quedaron al descubierto y el azote en mi pequeño culito sonó y me dejó su mano marcada.
Por supuesto el tema de la persiana se quedó zanjado, no recuerdo si quedo subida o bajada, eso era lo de menos.

Mi hermana, como era mas lista o mas mayor, se tapó con la sábana y no recuerdo si ella recibió algún azote, pero si ocurrió estaba mas protegida que yo.
Cuando mi padre se fue y reinó el silencio, yo me tapé hasta los ojos con la sabana, peeeeeeeeeeero, claro, del susto me meé, pero bien meada, vamos que me llegaba hasta el cuello. Como comprendereis cualquiera se levantaba a cambiarse o a llamar a mi madre, así que esa noche dormí bien calentita, calladita y con sus cinco dedos marcados en mi culito.
La verdad es que luego lo pienso, y menuda noche toledana que tuvimos, con el ras-ras para arriba y con el ras-ras para abajo.